Entrevista: Tomás Cohen, su viaje a través de la literatura

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Escritor Tomás Cohen. Créditos: Heike Blenk

De voz suave y pausada, el escritor y traductor chileno, Tomás Cohen, quien hoy vive entre Berlín y Hamburgo, cuenta sobre su vida, su pasión por la literatura y cómo a través de ella ha descubierto no sólo historias, sino también lenguas y diversos lugares del mundo.

Antes de llegar a vivir al puerto alemán, el escritor no sabía mucho de la ciudad, pero sí que Aby Warburg -en palabras de Cohen, "el más poeta de los historiadores de arte"- había nacido allí. Desde Katmandú, donde Cohen estudiaba traducción del Tibetano en la Academia Budista Internacional, postuló a un Máster en Filología Tibetana en la Universidad de Hamburgo para complementar y continuar su búsqueda de forma más científica.

Pero el vínculo con la literatura de este musicólogo y artista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y con estudios de Historia del Arte en la Universidad de Nueva York comienza mucho antes.

¿Cuándo crees que parte esta pasión por la literatura y la poesía?
Cuando muy chico, incluso antes de aprender a escribir, le dictaba a mi mamá algunas rimas muy ingenuas que ella anotaba para mí en un cuadernito, en el cual yo también le pedía que me dibujara, por ejemplo, un caballo, que yo después calcaba. Así conocí el dibujo y la poesía juntos. Esa exploración del mundo a través una conjunción de texto e imagen se volvería una constante de mi vida. Durante mis años de adolescencia me dediqué, con seriedad obsesiva, a hacer cómics. Creo que ese planear la imagen junto al texto que es característico de los cómics, ese planear la página para que ambas coexistan armónicamente, influyó sin duda en que terminara escribiendo poesía.

¿Cuándo empezaste a vivir fuera de Chile?
Cuando estaba estudiando Arte, gané una beca de intercambio para estudiar Historia del Arte en la Universidad de Nueva York. Alargué ese intercambio inicialmente de un semestre haciendo una práctica en en Christie's, un casa de subasta. Entre otras cosas, trabajé allí escribiendo los pequeños ensayos que acompañan en el catálogo a las obras a subastar, lo que me permitió relacionarme directamente con las obras. De vuelta en Chile, un interés latente que tenía por el budismo se despertó gracias a mi gran amiga Mary Anne Müller. A través de ella, empecé a asistir a cursos de filosofía y a retiros, sobre todo en Brasil y en los Estados Unidos, a veces por varios meses. Por entonces, traduciendo del inglés, me vino la idea de aprender los idiomas originales de la tradición budista indo-tibetana, para poder traducir su poesía espiritual y también nutrir mi propia escritura.

Sé que terminaste tu libro "Redoble del ronroneo" cuando estabas en Nepal. ¿Cómo fue el proceso de creación?
En Tínchuli, el barrio de Katmandú donde vivía, bastaba con parar la oreja unos minutos para escuchar nepalés, chino, tibetano, newar, hindi, inglés... en fin, una multitud de idiomas, pero prácticamente nunca castellano. Aparte de una conversación telefónica semanal con mis padres (cuando teníamos luz y buena señal en el monasterio), la única presencia constante de nuestro idioma durante ese par de años fueron mis lecturas; el único diálogo sostenido, el que tenía con mis muertos admirados. A través de sus libros de poesía y su correspondencia, me acompañaron Vallejo, el Neruda de Residencia en la tierra y sobre todo la Mistral, que se confiesa budista en sus diarios íntimos.

En Hamburgo fundaste la "Lecturas del Puerto" (Hafen Lesung en alemán). ¿Cómo sucedió eso? ¿De qué trata la serie de lecturas?
Tras llegar a estudiar a Alemania, conocí a Hugh James, escritor joven de Nueva Zelanda, en el bar donde él trabajaba y luego a otro joven escritor húngaro que también vivía en Hamburgo. Juntos, tuvimos la idea de crear Found in Translation, un colectivo que busca generar un espacio para compartir literatura en diversos idiomas. Empezamos nuestro ciclo de lecturas y nuevos miembros se fueron integrando al colectivo. La Hafen Lesung partió en el Golem, uno de los mejores bares y centros culturales de Hamburgo, dirigido entonces por otro chileno, Álvaro Pina Otey. Luego de que ese local cerrara, nos acogió el Nachtasyl de Thalia Theater, el teatro de mayor renombre de la ciudad, donde trabaja el genial director Antú Romero Nunes, quien es parte chileno. Tras cinco años de lecturas, hemos establecido un nuevo público, sobre todo joven, dispuesto a exponerse al menos a cuatro o cinco idiomas distintos en cada lectura. De mi estadía en Alemania, esto ha sido lo que me tiene más contento: haber fundado este colectivo y seguir desarrollando junto a mis compañeros y compañeras nuestro ciclo de lecturas, que es una plataforma para la literatura escrita en Alemania en otros idiomas aparte del alemán, poniendo de relieve la importancia de la traducción y re-significando la idea de una "literatura nacional".

Hoy, ¿cuáles son tus proyectos individuales?
Este año Ediciones Bastante, una editorial finísima que me encanta, publica en Santiago mi próximo libro, que reúne poemas que he trabajado durante los últimos siete años. Algunos de ellos cuentan de experiencias fuertes y transformadoras que viví en Nepal e India, y el libro en general está influenciado por el sistema de valores del budismo.... aunque eso no esté explícito de manera religiosa ni menos como panfleto, seguro que si el libro llega a un lector o lectora con cercanía al budismo, se dará cuenta.